Extraño reloj el que nos colocaron aquí.
Mis recuerdos no dan para más, he tratado de exprimir la neurona un poco más y al final no he conseguido más que unas ligeras imágenes con una ligera perdida de color.
Dos señoras con un carrito de la compra hablan en la esquina de Panaderos con Divina Pastora.En frente un mercado casi recién inaugurado, de ladrillo visto por fuera y un batiburrillo de olores a pescado y a carne en el interior.
Hablan de los precios, de las rebajas, de la moda juvenil, de los maniquís, de la boda de un torero con una folclorica y de las novedades de sus hijos en los primeros cursos de colegio.
En estas que llega una hora en punto, sería por la mañana, las 11 o las 12, una hora de esas cuando el ajetreo dentro del mercado es máximo, cuando un estruendo enorme, como una alarma de bomberos empieza a sonar.
Las señoras levantan la vista y miran al reloj, culpable de la interrupción de su conversación de marujas. Una puertecita debajo del reloj se empieza a abrir y un muñeco vestido de señora con escoba y moño sale de su escondrijo cual reloj de cuco.Menea un poco la escoba como si barriera un pequeño portal, y pasadas las atronadoras campanadas digitales que marcaban la hora, se vuelve hacia donde salió cerrando la puerta.
Dos señoras con un carrito de la compra hablan en la esquina de Panaderos con Divina Pastora.En frente un mercado casi recién inaugurado, de ladrillo visto por fuera y un batiburrillo de olores a pescado y a carne en el interior.
Hablan de los precios, de las rebajas, de la moda juvenil, de los maniquís, de la boda de un torero con una folclorica y de las novedades de sus hijos en los primeros cursos de colegio.
En estas que llega una hora en punto, sería por la mañana, las 11 o las 12, una hora de esas cuando el ajetreo dentro del mercado es máximo, cuando un estruendo enorme, como una alarma de bomberos empieza a sonar.
Las señoras levantan la vista y miran al reloj, culpable de la interrupción de su conversación de marujas. Una puertecita debajo del reloj se empieza a abrir y un muñeco vestido de señora con escoba y moño sale de su escondrijo cual reloj de cuco.Menea un poco la escoba como si barriera un pequeño portal, y pasadas las atronadoras campanadas digitales que marcaban la hora, se vuelve hacia donde salió cerrando la puerta.
Tras el susto, las señoras se miran y comentan del ingenioso artefacto.
La una se ríe de lo curioso que resulta el inventito y la otra blasfema contra el reloj, su huesped y el maldito inventor que colocó ahí ese reloj, por que la señorita del moño y la escoba tambien barría de noche y con el mismo escándalo que por la mañana, sin dejarla dormir de un tirón, ya que vivía en un bloque de viviendas justo al ladito del mercado.
Un buen día este reloj de cuco se escacharró y el muñeco no volvió a salir.Los avisos acústicos horarios fueron silenciados.Hoy en día lo que queda es este reloj, del que ignoro si aún da la hora.
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