Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altar del Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años.

En 1864 se fundaba en Madrid “El Fénix Español, Compañía de Seguros Reunidos” y trece años más tarde absorbería a otra empresa fundada en 1856, “La Unión”, para pasar a denominarse “La Unión y el Fénix Español” en 1879. Cumpliendo un triple objetivo comercial, técnico-financiero y propagandístico, esta empresa de seguros se propuso disponer de un inmueble en cada capital o población importante, en la mayoría de los casos rematados con el grupo escultórico emblema de la Compañía, un joven sentado sobre un Ave Fénix y saludando con el brazo.
Hoy en día, del nombre de “La Unión y el Fénix Español” sólo queda algo en la actual “Fénix Directo” después de pasar a formar parte del grupo Allianz. Sin embargo, casi todos los antiguos edificios que fueron adornados con la famosa escultura, todavía la conservan.
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Vistas tomadas desde la seccion de deportes del Corte Inglés de la Plaza de la Constitución. |


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